Ayer sostuve una interesante conversación con un emprendedor colega con el que discutía sobre la necesidad o no de «educar» al consumidor, es decir, el consumidor no sabe bien qué quiere o cómo, el consumidor no está preparado para mi producto y tengo que mostrarle las muchas ventajas que tiene. Ésta es sin duda, un visión generalizada de cómo comenzar un proyecto, lanzar un producto o servicio, etc, y parece que a muchos les funciona, pero ¿es la más adecuada?
No es extraño contratar bloggers y community managers que se dediquen casi de forma exclusiva a crear contenidos que faciliten a los clientes potenciales la comprensión de un producto: es decir, como no ves claro para qué sirve esto, su necesidad, qué problemas te soluciona, entonces te lo voy a explicar. Dicho de otro modo:

  • primero te voy a decir que tienes un problema y no te habías dado cuenta
  • y segundo te voy a decir no sólo cómo solucionarlo con mi producto o servicio, sino por qué es el mejor

Esta perspectiva se puede enfocar desde dos puntos de vista opuestos que pueden o no adecuarse a nuestro negocio:

  1. realmente nuestro producto está solucionando algo que la práctica totalidad de usuarios asume como tal: me viene a la cabeza Carmen Machi diciendo eso de que lo de las irregularidades intestinales no tienen por qué ser así, algo que a mi entender, funciona, porque es cierto que la mayoría de las personas que lo sufren, lo asumen como algo normal y habitual. 
  2. nuestro producto lo estamos diseñando sin tener en absoluto en cuenta al usuario ni al mercado, sino que queremos porque así nos parece, forzar la máquina e intentar escudarnos en «es que el público-usuario-cliente no está preparado para esto…» (ojo, a veces pasa, no es la primera vez que un serivicio o producto no funciona porque no es el momento…) La realidad es que el prosumer es más listo de lo que le gustaría pensar a la mayoría de los «ejecutivos», que en muchos casos, y perdón, están en su propio mundo (lo más similar a un político que conozco). 

En el primer caso, hablamos de lo que Luke Williams (si no lo conocéis os lo recomiendo muchísimo) habla en su libro  Disruptive Thinking, es decir… el preguntarnos «what if…?«, una nueva forma de entender no sólo el marketing en sí, que viene después, sino la «idea«, ese elemento úncio que perfila nuestro producto, le da entidad y lo hace «producto». Vamos, algo en lo que Steve Jobs, era un auténtico experto, no ya sólo por el pensamiento «disruptivo», sino por la capacidad creativa. En unos días espero tener tiempo para poder dedicar un post como dios manda a esto del pensamiento disruptivo como estrategia y metodología con gran potencial para la innovación, el marketing y las «ideas«.

En el segundo caso, estamos ante meteduras de pata, cabezonerías de los «jefes», etc. En este punto, como siempre, una lanza por los sufridos empleados que tratan en vano de hacer al jefe «bajarse» del burro, no importa con qué medios lo intenten, no lo consiguen en la gran mayoría de los casos. Valgan ejemplos de los muchos SMM y CM que por mucha experiencia, profesionalidad y formación que tengan, tienen que acabar haciendo lo que el jefe manda, no lo que su experiencia, análisis, estudio, etc, y buen hacer le dicta… Cuando el proyecto no progresa o directamente fracasa, y se buscan responsabilidades, ya sabemos a quién se culpa

Este tema me preocupa en tanto que lo veo recurrente en España: una empresa se gasta un dinero considerable en tener a un profesional experto en un tema, para luego ponerle mil trabas, no otorgarle la libertad de acción y confianza que merece, con lo cual, al final, estamos buscando una especie de «mono», no un «creativo» o «estratega»… Otra paradoja más del Social Media, sin duda. Si las empresas quieren realmente evolucionar, ser más y mejor, primero deben confiar en su capital humano: la desconfianza con que los jefes tratan a los profesionales y expertos me parece una contradicción y una lacra que sólo repercute en un mal funcionamiento de los procesos, además  por supuesto, de el personal que se siente no valorado y se acaba marchando. Esta para mí, es una de las principales trabas a la innovación y éxito, por cómo se gestionan determinados elementos en la empresa española frente a la alemana o estadounidense, en las que los profesionales son plenamente responsables de sus acciones: eso sí, los errores se pagan, lógicamente.

Así que si estáis afrontando un nuevo proyecto:

  • el diseño debe ser o disruptivo o práctico, pero siempre apoyado en objetivos, hechos, estudios y estrategias: el porque yo lo sé, no vale…
  • el capital humano marca la diferencia: los profesionales deben ser valorados y se les debe dar la responsabildad y confianza para las que se les contrata

¿Qué pensáis? ¿Qué os parece el pensamiento disruptivo? ¿Tenéis libertad y confianza de vuestros jefes?

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